miércoles, 15 de abril de 2015

El patrimonio: presente, pasado y futuro

El patrimonio, desde una concepción claramente pragmática, se entiende como la acumulación de bienes y derechos por parte de una persona física o por una entidad jurídica, susceptibles de validación económica. Pero la orientación histórica del patrimonio, es distinta. Este hace referencia al conjunto de bienes tanto materiales como inmateriales, acumulados a lo largo del tiempo por una comunidad.

En el caso del patrimonio cultural, la definición se encamina a la connotación hereditaria de elementos inmateriales de una cultura propia a través del paso del tiempo y de qué manera estos valores se transmiten de una generación a otra. La organización encomendada para identificar, clasificar y proteger los elementos entendidos como patrimonio cultural de los pueblos, comunidades o sociedades es UNESCO.
Es evidente la carga histórica de todas las concepciones de patrimonio, pues este, se acumula, se modifica y se crea a lo largo del paso de los años, atendiendo a las visiones y necesidades de la sociedad de cada época en la que se enmarca. 

Es indiscutible la veracidad del popular axioma "la historia la escriben los vencedores" pues en cada periodo histórico existe una cultura hegemónica que aplasta a las minorías y impone sus propias costumbres sin respetar el resto. Es por esta razón por la cual los elementos del patrimonio histórico-culturales han sido detonantes de grandes controversias en la sociedad. El ser humano es el único ser vivo que escribe su propia historia para luego destruirla, causando un daño y un dolor que incluso lo aleja de su concepción humana, llegando a calificarse de inhumano.

De esta forma, en la sociedad actual encontramos múltiples elementos dentro del patrimonio histórico y cultural de diversas sociedades que recuerdan día tras día el dolor sufrido años atrás por una determinada población, llegando incluso a reflexionar sobre si esos elementos deberían cuestionar la calificación conmemorativa no sin antes una reflexión sobre los mismos. Así, en España, se encuentra el "Valle de los Caídos", monumento que galardona a las víctimas de la Guerra Civil española, pero, detrás de esto, se esconde una estructura arquitectónica cuya única intención es ensalzar la figura del dictador Francisco Franco y su predecesor, Primo de Rivera. Además, la zona donde se encuentra situada la estatua es una fosa común donde se almacenan miles de cadáveres de las víctimas de la guerra. Otro de los ejemplos de estas infraestructuras histórico-culturales son todos los elementos arquitectónicos que se construyeron en Alemania a lo largo de los años donde estuvo vigente el nazismo. Así, aunque en el territorio germano se han eliminado toda clase de símbolos fascistas como las esvásticas, aún siguen en pie edificios que representan el terrible imperio de dolor que sembró el nacionalsocialismo por toda Europa como por ejemplo el Reichsparteitagsgelände de Núremberg órgano a cargo de la propaganda nazi o Kongresshalle, centro de reuniones de Adolf Hitler.

A veces la concepción como patrimonio histórico o cultural no es tan bonita, sino que esconde unos valores hegemónicos que hay que observar desde un punto de vista crítico para no caer en la credencial a la que hace mención. Es verdad que todos los pueblos han de conocer su historia para no volver a repetirla y, a veces, el conocer de qué forma se forjó un imperio a costa del sufrimiento de las minorías, puede ayudar a que no se caigan bajo los mismos males. O, también, el mantenimiento de estos elementos aduladores a ideologías fascistas puede mantener dichos valores xenófobos. La decantación por una de las dos opiniones lo dejo a vuestra elección.

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